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Espiritualidad en el trabajo directivo.
Una tendencia que se extiende.

Domènec Melé
Profesor Ordinario del IESE en el Departamento de Ética de la Empresa y Teología.

El mito de la amoralidad en los negocios está ya superado y la ética empieza a ser asumida por los directivos como un elemento sustancial de su trabajo. Ahora se está percibiendo la necesidad de ir más lejos y descubrir la importancia de la espiritualidad en el trabajo directivo

Hace unos veinticinco años se despertó un creciente interés por la ética en la empresa y en los negocios. El mito de la amoralidad de los negocios estaba entonces ampliamente extendido y muchos consideraban que incorporar la ética en la vida empresarial era algo así como realizar la cuadratura del círculo. Hoy las cosas han cambiado y cualquier directivo mínimamente preparado se da cuenta de la importancia que tiene un comportamiento ético en la vida empresarial y en los negocios.

Algunos explican ahora que la ética empresarial, siendo necesaria, no es del todo suficiente. La vida empresarial exige trabajar con un espíritu fuerte, arraigado en convicciones profundas. Se insiste en la importancia de descubrir el sentido profundo del trabajo directivo, con frecuencia bastante duro. Al mismo tiempo, se sugiere la necesidad de no dejarse arrastrar por la acción y contemplar la realidad más allá de lo inmediato para descubrir su trascendencia; darse cuenta de que el trabajo no es sólo un medio para ganarse la vida y para hacer carrera, sino que encierra una vocación y una misión que desarrollar. Es también remarcable entender el valor del sufrimiento ante decisiones o situaciones difíciles y encontrar la energía interior para afrontarlo con buen ánimo y sin perder la alegría.

Éstos y otros elementos son aspectos de una nueva tendencia que para muchos puede resultar tan sorprendente como lo fue la ética en su momento: incorporar espiritualidad en el trabajo directivo. Veamos algunos indicios de esta tendencia. No hace mucho tiempo, la cadena norteamericana ABC presentaba en uno de sus noticiarios un reportaje dando cuenta de cómo muchos líderes empresariales norteamericanos buscaban apoyo en la espiritualidad y en la religión para su tarea directiva. Laura Nash, conocida profesora de ética empresarial, confesaba su escepticismo inicial ante la posibilidad de que se pudiera integrar la fe religiosa con la actividad empresarial, pero tras realizar un amplio estudio se convenció de que miles de líderes empresariales norteamericanos efectivamente trataban de hacerlo.

En la última conferencia anual de la Academy of Management ­la mayor agrupación de profesores de dirección de empresas, investigadores y directivos­ celebrada el verano pasado en San Diego (California), contó con siete sesiones de comunicaciones dedicadas explícitamente a espiritualidad y religión en dirección de empresas. No es un gran número, teniendo en cuenta las que había, pero no deja de ser significativo.

En una de esas sesiones se distribuyó una lista bibliográfica con 72 libros sobre espiritualidad y empresa, de los cuales 54 habían sido publicados después de 1992 y algunos de ellos con una notable difusión. A decir verdad, algunos de estos libros cuentan con un enfoque bastante cuestionable al mezclar el cristianismo, el budismo y no pocos conceptos esotéricos. Sin embargo, no cabe duda de que existe una inquietud que puede ser reconducida. Hay que añadir que algunas universidades ya ofrecen cursos y seminarios sobre espiritualidad en dirección de empresas, se organizan congresos y se editan dos revistas sobre este tema (Spirit at Work y Business Spirit).

Personalmente he tenido oportunidad de percibir el creciente interés por la espiritualidad en un simposio internacional para profesores de ética empresarial celebrado en India, al que asistí el pasado mes de enero. El tema estrella fue la espiritualidad en el mundo de los negocios y de la empresa. Poco antes de que tuviera lugar este simposio, la prensa india daba cuenta de la gran acogida que había tenido una conferencia del Dalai Lama dirigida a los altos ejecutivos de la poderosa Confederación de la In-dustria India reunidos en la ciudad de Jaipur para discutir sus problemas. El contenido de la conferencia estaba impregnado de espiritualidad.

De modo más concreto, y volviendo al citado reportaje de la cadena ABC, se explicaba allí que existían grupos de apoyo espiritual para directivos que les orientaban en su misión. El punto de referencia era la sabiduría de la Biblia o el Talmud judío. Un exitoso empresario cristiano explicaba que no trataba de imponer sus creencias a nadie en su empresa, pero entendía que su principal misión en la vida era conocer la voluntad de Dios y cumplirla. Añadía que su fe le llevaba a ver el trabajo dentro del plan de Dios y a tratar a sus colaboradores como seres creados a imagen y semejanza del Creador. Por los datos que se añadían, en modo alguno percibía una espiritualidad desvinculada de la vida real. Por el contrario, se daba a entender que el ejecutivo entrevistado vivía una espiritualidad que le llevaba a ser honrado en sus negocios y a tener una enorme preocupación social por sus empleados, convencido de que era una exigencia de su vida y no sólo algo efectivo para la empresa.

En realidad, la espiritualidad del trabajo no es algo nuevo, al menos para algunos cristianos. El caso citado por ABC es uno de ellos. Sin embargo, es probable que no muchos directivos cristianos enfoquen su tarea con ese espíritu. Sería complejo enumerar las causas. Una de ella es, sin duda, que durante siglos no se ha dado al trabajo de los cristianos corrientes la importancia espiritual que comporta. Sin embargo, en las últimas décadas la espiritualidad del trabajo de los laicos ha recobrado un renovado vigor. Entre los pioneros de este giro es de justicia recordar al Beato Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei y de nuestra Universidad, que desde 1928 no dejó de insistir en la santificación del trabajo ordinario, enseñando medios concretos para lograrlo.

En los años sesenta, el Concilio Vaticano II apuntó interesantes aspectos sobre este tema, y los últimos Papas los han ampliado. Por su parte, Juan Pablo II se ha referido con cierta frecuencia a aspectos de la espiritualidad del trabajo en sus encuentros con directivos empresariales. Y en su encíclica "Laborem exercens" sobre el trabajo, publicada en 1981, dedicó un espléndido capítulo a la espiritualidad del trabajo, que ahora recobra nueva actualidad.

Es una incógnita saber cómo evolucionará esta tendencia, pero a la vista de lo que se ha expuesto, parece razonable pensar que después de un siglo muy materialista se está recuperando cierta sensibilidad espiritual. Estamos ante un reto que será necesario afrontar.

 
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